No ha sido escrito para halagar ni para agraviar a nadie, ya que solo aspira a servir con la verdad a sus lectores, y de manera especial a los aficionados al mundo de las corridas de toros, pues cuando alguien cree que tiene algo que decir, su vida, ante todo, es un deber para con la verdad.
No significa que los autores se crean exclusivos poseedores de la verdad, pero si que han tratado, siempre y frente a su trabajo y sus lectores, de asumir una actitud neutral, confrontando fríamente los hechos y cauterizando los subjetivismos; y así el hilo discursivo del trabajo realizado no tiene más apoyo que los hechos que se han producido.
Así en el libro se recoge una crítica del periodista Alfonso Navalón, que bajo el título "Así se presenta una corrida", comenta la faena de Paquirri, con motivo de la faena al toro de Torrestrella en Las Ventas el 24 de mayo de 1979, a quien llama "el expreso de Barbate" y del que dice "dio docenas de pases con la moto pasada de punto"; y pese a que tomamos esa faena como una de las grandes, no hurtamos los ácidos comentarios de Navalón, porque entendemos a ello estamos obligados y además representa la opinión de una parte muy respetable de la afición en esa época y nos ayuda a situamos en el momento.
La redacción del libro nos ha obligado a un salto en la historia, hacia los principios del último siglo, lo que se ha conjugado por una parte, con un silente trabajo en hemerotecas, que ha posibilitado volver a sacar a la luz, a modo de resurrección gloriosa, a críticos y escritores taurinos que dormían su sueño, sepultados bajo el polvo de los viejos periódicos; y de otra parte, a conectar con testigos, toreros, familiares, amigos, subalternos, críticos... de la época y siempre, como no podía ser menos con el Cossio; para así poder, pese a no haber conocido a la mayor parte de los toreros de que se trata, escribir a más de su biografía, del papel que jugaron en su época a la luz de los acontecimientos de todo tipo que les rodearon, bajo un prisma crítico, lo que no evitaba nos acercáramos a ellos con una pasión, no exenta de tecnicismos, ni muchas veces de vehemencia y padecimiento.
Pasión que heredamos tal vez del gran crítico Don Modesto, cuando al describir la faena de Rafael "El Gallo" al toro Jerezano en Madrid el 15 de mayo de 1912, nos grita ¿Pero quien hará una faena semejante? Solo Gallito, que lleva dentro un artista indefinible, y que ayer, no me cabe duda, se le metieron dentro de su cuerpo pajolero los espíritus de Lagartijo, Guerrita y Cayetano Sanz. Los tres juntos, y aderezada la combinación con esa salsa gitana que solo se guisa en las cocinas del Excmo. Sr. D. Rafael Gómez, por mal nombre "Gallito".
Los autores nos hemos convertido por tanto en voceros de los que nos precedieron, críticos y toreros, siempre "in fieri", ya que cada vez que se coge la pluma para escribir es preciso emerger, pero nunca cortar los lazos -pues sería un suicidio- con la opinión publica, ya que somos un a modo de delegados de ésta en el sentido escénico de la palabra, pues se trata de hacer visible ante un inexistente auditorio, la verdad y algo, en cada momento distinto, que Se espera de nosotros.
Vivimos un mundo en que del periodismo, de lo que tiene mucho este trabajo, se ha dicho que es el cuarto poder del Estado y que la palabra impresa es un vicario de la palabra oral. Es un periodismo heredero de la revolución francesa, cuando la imprenta pasó de estar al servicio de la vida religiosa y se puso al servicio del saber, llegando a adquirir un inmenso prestigio y un gran auge, porque supo desde un principio, con una especial sensibilidad para el minuto y para el instante, aportar el valor de lo escénico a la vida social.
Es, no cabe duda, tremendamente escénica lo que nos cuenta un viejo crítico, Onarres, a la faena de Joselito en Sevilla a "Cantinero", un santacoloma: "José toma el sombrero y lo coloca en el cuerno derecho del toro. Cae el sombrero y lo recoge volviéndose de espaldas al bicho, entregándolo a su dueño. Iguala y en corto y por derecho dibuja la suerte del volapié, colocando una estocada en las agujas, que en el momento hace que el bicho tenga las convulsiones de la muerte y doble a sus pies, cuando el torero se hincaba ante el bicho. Este se levanta dos veces y rueda el fin".
En el mundo de las corridas de toros, de base intensamente popular, supuso el nacimiento desde un principio de un magnífico periodismo taurino, en la medida en que fue capaz de incorporarse abiertamente al engranaje de los toros en acción.
A esos periodistas debemos los autores y los aficionados que el mundo de los toros, que tanto queremos, no quedara en una orfandad técnica de expresión, que hubiera traído consigo su desubicación dentro de su propio mundo, al adecuarlo, casi sin sentirse, a la modernidad sin, por ello, perder la conciencia de su autonomía originaria, como fuente de vida.
Hoy la televisión, el cine, la radio y el mundo de Internet han abierto nuevos horizontes, que parecen escapados del campo de la magia, haciendo desaparecer amplias zonas de penumbra y complementando el ciclo de desarrollo técnico, contrastando así la imagen directa con el signo abstracto de la palabra o la ubicuidad de la impalpable honda hertziana frente al corpóreo pedazo de papel; brindándonos múltiples posibilidades en cuanto a su actitud expresiva, de lo que nos hemos aprovechado.
De todo ello y mucho, nos hemos valido en este trabajo en el que nos parecía, no tanto vivir el tiempo como la eternidad. Nadie relee de un día para otro las noticias de los periódicos y sin embargo todo lo que leíamos y había sido escrito hace cien años era actual. Parece que el mayor espacio de tiempo permite esta resurrección, como la de los vinos buenos, tras dormir en sus botas un sueño de años; porque esa lectura de ayer tenía un sentido de futuridad, mientras que la relectura del hoy es un sin sentido de futuridad. Ya decía San Agustín sobre la eternidad que no corresponde a una duración indefinida en el tiempo, sino a un sentido de un presente existencial en el que subsiste todo el pasado y en el que esté anticipado el porvenir y así a lo largo del libro, los toreros trágicamente desaparecidos volvían a mi retina y casi sin querer, viendo tanta gloria y tanto dolor, caía alguna lágrima, como cuando se pierde a alguien; muy cercano, en esa soledad -muchas veces llena de angustia e impotencia ante lo inexorable- con la que se encuentra uno sobre el papel, sentado a la camilla y bajo la luz estallante del "flexo", rodeado de un silencio espeso que parece a veces estallar como un grito.
En Linares el 29 de agosto de 1947, la muerte sale al encuentro de Manolete. Su mensajero un toro, negro entrepelao, bragao y con trapío, "Islero" de Miura, que cortando terreno y veloz lo enganchó por el muslo. Olivar le cantó "y yo rezo por ti, leve torero/que eres, al fin, definitivo soplo", mientras la tragedia y el terror recorría el país, poniendo el contrapunto a una tarde cargada de fuego y de sol.
Dar a luz este libro ha sido como ver crecer a un niño, mientras por sus páginas saltaban de línea en línea, de
párrafo en párrafo. El Juli, JoséTomás,Ponce, "Joselito", Rincón, Ojeda, "Espartaco", "Paquirri", Manzanares, Camino, Paula, Curro Romero, "Palomo Linares", Antoñete, "El Viti" , "El Cordobés", Antonio Ordóñez, Diego Puerta, Rafael Ortega, Pepe Luís Vázquez, Manolo González, Luís Miguel Dominguín, Manolete, Antonio Bienvenida, Domingo Ortega, Chicuelo, Juan Belmonte, Rafael "El Gallo" y Joselito "El Gallo"... entre una nube de sombreros cayendo a sus pies, adivinándose a lo lejos y entre la bruma a "Bailaor" levantándolo del suelo por la pierna izquierda, cayendo el cuerpo en el aire sobre el otro pitón en el momento en el que el toro tiraba su derrote, metiéndole el asta en el vientre, mientras en el fondo de su corazón se dibuja un rostro, su Macarena. "Sic gloria transit mundi". ¡Cuanto se les llega a conocer y a querer!.
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