Hacía mucho tiempo en que personalmente añoraba alcanzar las tierras serranas de Aracena y adentrarme en el santuario, junto a sus toros, del gran torero sevillano Manolo González. Uno de mis sueños se hizo realidad ayer, cuando de la mano de un hijo suyo, Ignacio González y Sánchez-Dalp, me dio paso a la finca y atravesamos juntos la bonita dehesa Monte de San Miguel, único guardián en su verde e inacabable horizonte de los "guapos" toros del maestro sevillano.
Manolo es ante todo ganadero. Posee hoy cerca de 500 vacas de vientre y más de 30 sementales, con nombres tan de Núñez como Raticida, Mariscal, Ruidoso, Emplaste, Empacador y Matón.
Viene lidiando alrededor de las diez corridas por año, más un número de 3 a 4 novilladas, lo que implica que sólo deja para cuatreños losde perfecta hechura y nota. Este dato marca y sirve definitivamente como primer indicativo sobre el talante que preside en esta casa: la escrupulosidad.
LOS NÚÑEZ DE GONZÁLEZ EN ARACENA
La inicial distinción entre Villamartas y Parladés Rincón esta bastante diluida, las dos ramas tienen en realidad el sello de Núñez, aunque hay matices propios de cada una de ellas. Aquellos son más agalgados, astifinos, astiblancos, y sacan más raza; éstos son badanudos, cortitos, acapachados, y dulces, más "aconvexados" como dice Ignacio y más voluminosos. La enorme variedad de pelos se conserva en "Monte de San Miguel" con los toros y en "San Pedro" con las vacas. Los podemos ver listones, mulatos, chorreaos, coloraos, castaños, salpicados, burracos y cárdenos claros ensabanados. Los hay también girones , calceteros, luceros, salineros y a veces hasta sandos. Básicamente el comportamiento de los toros en la plaza, resalta en un primer término la movilidad de los Villamarta, la gran fijeza y la clase de Rincón con el ingrediente común de la nobleza más enrazada.
En la casa hay hasta ocho hombres de campo que cuidan de las vacas, los toros y los caballos con el máximo detalle y esmero. Pero si realmente tuviéramos que definir la "Casa-Palacio" de Aracena no tendríamos palabras de elogio.
A setecientos metros por encima del nivel del mar, junto al jardín privado de la casa, se levanta una bellísima construcción mozárabe de principios de siglo realizada con un gran gusto por el conocido arquitecto de la plaza de España de Sevilla, Aníbal González. Allí los azulejos como zafiros y esmeraldas se esconden entre viejos y arrugados carteles de toros, antiguas escopetas de caza y nobles blasones de los Sánchez-Dalp.
UN TORO DE LUJO PARA EL TOREO ETERNO
Las razones por las que un torero no suele triunfar como ganadero pueden ser varias, pero quizás la virtud o condición completamente imprescindible para este oficio es la afición al campo y al toro. Nuestra vida de profesionales nos acostumbra a lograr las cosas con muchísimo esfuerzo personal, pero una vez conseguida, la cosa es muy rápida. Como ganadero es distinto. Un año de éxito puede venir seguido de otro de descalabro. Y los resultados de las decisiones, acertadas o equivocadas, se ven, como muy pronto, a los cinco año de tomadas.
Pero para confirmar la regla está la excepción de Manolo González, que en muy pocos años colocó su vacada en privilegiado y destacadísimo lugar, donde la mantuvo hasta su desgraciada pérdida, y donde sigue estando, ahora ya, en poder de sus hijos. Ahora las máximas figuras del momento y en las primeras grandes ferias del mundo taurino son requeridas con el máximo interés así lo demuestran: Valencia, Sevilla, San Sebastián, Málaga, Monn de Marsán (Francia), Algeciras, Logroño, Tudela, Jaén, etc. Quizás el secreto sean sus bonitas caras, el trapío en la plaza, sus alegres embestidas al caballo o su excepcional fijeza y tranco en la muleta. Pero lo que si esta claro, es que, esta sexagenaria ganadería goza de uno de los carteles de mayor solera y prestigio del campo bravo actual, gracias a la inteligente labor de un grandísimo diestro y bella persona llamado Manolo González y a la continuidad sin descanso de una importante y aficionada familia sevillana que por sus venas correrá siempre sangre torera.
MANOLO GONZÁLEZ: EL AHIJADO DE MADRID (2ª Parte)
HERENCIA TORERA Y MENTALIDAD GANADERA
El barrio de la Trinidad tiene un torero... ya lo decía su biógrafo Eduardo M. Portillo. No se equivocaba el escritor andaluz puesto que también comparte la misma opinión ganaderamente hablando el empresario toledano Pablo Lozano al decir: "esto de Núñez tiene un tranco más en las faenas y alcanza treinta centímetros más en la muleta". Desde luego no se equivocó el maestro Manolo González. A finales de 1987 fallecía Manuel González Cabello, torero, hombre de negocios y ya figura indiscutible de los ganaderos. Sus dos hierros y con ellos toda la vacada, pasaron a manos de sus hijos. Socorro, Matilde, Ignacio, Javier, Carlos y Manolo. Siendo éste último su representante actual con el apoyo y la ilusión de sus hermanos Ignacio y Carlos en la sombra, después de haber pasado por otras facetas ligadas al mundo del toro, como la de novillero o apoderado importante.
LA SEVILLANÍA MONDÉJAR DE MANOLO GONZÁLEZ
Así llegó a definir el maestro de la crítica nacional Antonio Díaz-Cañabate El Caña, en una ocasión el toreo de Manolo González. Yo en cambio, en mi casa siempre oí contar a mis mayores que fue un gran torero con valor, arte, mucha gracia y pinturería en la plaza. Pese a su corta carrera de cinco años como matador de toros en activo, se dijeron muchas cosas asombrosas sobre sus tardes en las Ventas de Madrid o en la Maestranza de Sevilla. Sus célebres cambios de mano, sus clásicas chicuelinas tan bajas y, a pies juntos, sus poderosos doblones metiéndose en el mismo cuello del toro, sus magistrales quiquiriquíes, que en más de una ocasión levantó de la tumba con sombrero y todo al propio Rafael El Gallo y por eso tan sólo él, pudo hablar de tú a tú al niño rubio de San Bernardo.
Ya lo dijo también mi tío José María de Cossío con estas palabras: "Manolo González ha sido un torero sevillano del más puro estilo. Pertenece a la rama de tal torero que, sin precedentes en el siglo XIX, cuaja en la figura de Rafael El Gallo. A principios del XX, se continúa con el arte excepcional de Chicuelo y llega a su mayor esplendor con Pepe Luis Vázquez. La esencia de tal toreo reside en el garbo de los movimientos y la característica gracia incomunicable del andaluz. Si tal estilo tiene su nombre en Pepe Luis, Manolo González, manteniendo la tendencia, le añade el valor, un valor auténtico que en sus primeros años de matador, y en los de novillero, llegaba a ser lo más destacado de su manera de torear. Habrá habido torero con más gracia de arte, y los habrá habido con tanto valor; pero el valor informando al arte, no sé de torero alguno de nuestro tiempo que lo haya patentizado como Manolo González. El recuerdo que deja en la historia del toreo sólo es comparable al de bondad y simpatía que guardamos cuantos le hemos tratado".
Este buen diestro sevillano influenciado en sus comienzos toreros por su tío paterno el banderillero "Cabrerito", siente, veinticinco años más tarde de culminar su carrera en activo, la llamada del campo ganadero.
En la década de los setenta viaja hasta el cortijo barbateño de "Los Derramaderos" del genial Carlos Núñez.
Allí compra la mitad de la ganadería a sus herederos con el experto conocimiento de quien ya se había puesto delante en muchas ocasiones. Manolo González compró además el hierro que hasta entonces se vino anunciando a nombre de la finca "Churriana" y trasladó el gran lote de reses a dos dehesas: las vacas a "San Pedro", en la sierra sevillana de Montellano, y a los machos a "Monte de San Miguel", en el término de Aracena, en la provincia de Huelva.
MEMORIAS Y ANALES GANADEROS
En la temporada de 1975, Manolo González comienza a lidiar en algunas plazas importantes, empezando por Sevilla, aunque estos toros lucen todavía el hierro de Rincón. Al año siguiente, y ya con su propia marca y divisa, obtiene precisamente en la Feria de Abril, el primero de sus éxitos trascendentes con un toro que resulta premiado con el trofeo de la Real Maestranza al más bravo del ciclo. A lo largo de este mismo 1976, los magníficos resultados del resto de la carnada marcan la pauta de lo que sería el futuro. En 1977 destacan por lo brillante de su nombre y alegre juego las corridas de Huelva y Zaragoza. En la ciudad andaluza. Palomo Linares, Manzanares y Capea se reparten seis orejas y un rabo, y uno de los toros es premiado con la vuelta al ruedo. En Zaragoza, la corrida de Manolo González une al trapío una enrazada bondad, y los toros "Madroñera" y "Pagador" son premiados con sendos trofeos. El 22 de Mayo de 1978, la divisa onubense-sevillana debuta en la plaza de Madrid con sus "Ñúñez". La corrida, en tipo, astifina y con cuajo sobrado, depara una tarde memorable gracias a la gran faena de José María Manzanares al toro Clarín, un colorao ojo negro de línea Villamarta con extraordinaria calidad, hijo del semental "Cañamero".
El día anterior, Dámaso González y Capea habían salido a hombros en la plaza de Valencia tras estoquear otro precioso encierro de "Monte de San Miguel". Reseñar, también, que en esta temporada de 1978 se jugaron los primeros toros de procedencia "Núñez" con el hierro de Socorro Sánchez-Dalp, siendo en realidad la misma ganadería que la de su esposo Manolo González. Debido a su espléndida procedencia y a los brillantes resultados de los toros, las figuras se apuntaron desde el principio a matar las carnadas enteras. Junto con el ya citado Clarín, existieron otros dos toros claves en la trayectoria de la ganadería, y ambos fueron lidiados en la temporada 1985. Su juego llegó a la cota de lo extraordinario, pero por caminos distintos, uno a través de la nobleza y la suavidad, otro por su bravura enrazada, el primero se llamó Facultades, colorao ojo de perdiz, jugado en Sevilla el 25 de Abril del referido año; fue un toro acapachado y de bonitas hechuras, muy en Rincón, cuya embestida dulce e inacabable encumbró a Espartaco en el puesto de figura, en sus comienzos.
Completamente distinto fue Cumbreño, cardeno claro ensabanado, uno de los toros más astifinos que se han lidiado en Madrid, también uno de los más encastados, como salen los Villamartas de Núñez. Su codicia, prontitud y furia se encontró con un Niño de la Capea, en plenitud de poderío y decisión, que le cortaría más tarde a fuerza de valor y arte las dos orejas.
No se puede olvidar en la década de los ochenta las tardes apoteósicas de Emilio Muñoz y Paco Ojeda en Nimes donde cortaron 3 y 5 orejas respectivamente. El tercer peldaño triunfal estuvo también en la muy seria plaza de Vista Alegre de Bilbao, con una corrida de Manolo González de gran presencia y un toro bravo y encastado en tono mayor, que atendió por nombre Gorrión y fue estoqueado por Paquirri. Cerró este brillante año el noble y alegre Clarines, con el que Manolo Vázquez se despidió del toreo el 12 de Octubre en Sevilla cortándole en la Maestranza las orejas del burel. Otro buen toro de nombre Engañado de Manolo González permitió salir por la Puerta del Príncipe al torero madrileño José Miguel Arroyo Joselito. Desgraciadamente como suceden en otras muchas ganaderías tuvo un descenso de éxitos durante los años 96 y 97, pero a pesar de este detalle sus toros en los siguientes años han proporcionado faenas extraordinarias que serán tomadas en cuenta, añadiéndose a uno de los mejores expedientes del campo bravo español.
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