Conferencia impartida por el periodista Ignacio de Cossio en la Escuela
Universitaria Politécnica de Sevilla, bajo el título: Salamanca y Sevilla: dos tierras ganaderas.
Sevilla 5 de Abril de 2003
Excmo. Sr. Director de la Escuela Universitaria Politécnica de Sevilla
Presidente de la Casa de Castilla y León en Sevilla
Sras. Y Sres.:
En el día de hoy, homenajeamos a una ciudad como la de Salamanca, tan cercana en la cultura, la historia, la ganadería y a la vez tan lejos de la ciudad que hoy nos acoge.
Antes que nada quisiera aclarar un concepto que entiendo es fundamental para entender muchas cosas del mundo ganadero de hoy en día. Y es que el mundo del campo bravo, tanto el salmantino como el sevillano no tienen tantas diferencias como en un principio alguien se pudiera imaginar. Prácticamente la totalidad de ganaderías salmantinas tienen sangre sevillana, se igualan. En la década de los años veinte, las ganaderías salmantinas modernas se fundan prácticamente con ganado sevillano. Es decir ya se empieza a distinguir entre ganaderías orientadas hacia Santa Coloma, otras hacia Parladé o hacia Murube, pero al final todo viene a su ser con toros andaluces. Ese toro andaluz que colonizó Castilla, no sólo se abriría paso en la ciudad del Tormes sino también en toda la zona de Colmenar y de Madrid y de ahí a que no se pueda hablar de toros sevillanos y de toros salmantinos, como de dos extremos distantes e independientes.
Todas, o en su mayoría, tienen sangre Vistahermosa, que es sangre andaluza pues como todos ustedes recordaran la ganadería del Conde de Vistahermosa estaba ubicada en la localidad sevillana de Utrera. A más de no existir diferencias de sangres, tampoco hay diferencias en el criterio selectivo; pues en todas partes se buscaba un toro muy noble, es decir mas bien buscando su suavidad, huyendo de los derrotes y asperezas, para que pudieran triunfar los toreros con facilidad. Por lo tanto no parece que deban buscarse más diferencias, que la de si es un toro de calidad o si por el contrario no lo es; pues todo el toreo de hoy en el fondo, esta basado en la ingenuidad del toro. No creo que se llame nadie a sorpresa cuando no sale un toro pastueño y se da cuenta el torero de lo que se le presenta, poco acostumbrado a ello queda por debajo del toro. El toreo se desvanece y suele ser sustituido por un macheteo para cuadrar y matar al toro.
Antes de continuar en ese análisis de las ganaderías salmantinas y sevillanas quisiera basarme en un ejemplo vivo que actualmente se continúa en las manos de uno de nuestros invitados a la mesa de hoy. Me estoy refiriendo al buen ganadero charro Paco Galache Calderón, heredero de una gran estirpe ganadera salmantina, la de los Galache, tan cercana a todo lo que estoy exponiendo.
Al remontamos en la historia ganadera de los hermanos Galache, se nos aparece un primer hombre que mucho tuvo que ver en el origen ganadero de esta familia. Me refiero al bilbaíno Félix Urcola, que curiosamente tenía la ganadería en el Cortijo de Zahariche. Es decir las reses de Urcola pastaban donde pastan ahora los toros de la ganadería sevillana de Miura. Los toros de la divisa verde y grana pastaban por aquella época en el Cortijo El Cuarto. Urcola además criaba una ganadería de sangre Vistahermosa pura, línea Barbero de Utrera. y es precisamente a la muerte del yema del Barbero de Utrera que es Arias Saavedra, cuando una parte de esas vacas van a parar a la viuda de Murube y otra a la de Ildefonso Núñez de Prado. Lo de Ildefonso pasaría años más tarde a José Antonio Adalid, y luego llega a Félix Urcola. A principios de la década de los años veinte la ganadería de Félix Urcola pasaría a manos del ganadero utrerano Curro Molina y éste a finales de los años treinta se la vende a José María Galache, padre de Francisco de Hernandinos, Eusebia de Gudino y Salustiano de Campocerrado. Éste último padre de nuestro Paco Galache.
Es por tanto la procedencia de esta ganadería, la de una andaluza traspasada al campo salmantino. El otro encaste de la casa es el de "Vega-Villar", más conocidos sus toros como los Patas Blancas, que es también un cruce de procedencia andaluza, puesto que José Vega, ganadero del Escorial, realiza el cruce de dos encastes tan sevillanos con toros de Santa Col ama y vacas de Veragua; si bien Vega fue un ganadero fugaz puesto que no esperó a ver los resultados y se lo vendió rápidamente a Victoria y Francisco Villar de Zamora, quienes la venden a su vez en dos lotes, uno de ellos va a parar a José Encinas y este pasaría a la viuda de José María Galache y el otro lote de los Villar iría a parar a los Sánchez-Cobaleda, que también tienen los famosos patas blancas. Ambas ramas formadas por Veragua y Santacoloma. Por lo que se ve siempre se termina en Utrera.
La ganadería de Santa Coloma fue una de las divisas más tradicionales que hubo en Sevilla y lo de Veragua, aunque desde la muerte del sevillano Vicente José Vázquez pastaban sus toros en Aranjuez en la provincia de Madrid, se sabe que desde siempre el origen del encaste vazqueño también esta en Sevilla; puesto que es el propio Vázquez quién hace una ganadería mestiza con lo mejor que había en la provincia de Sevilla, comprando reses al Conde de Vistahermosa, a Bécquer, al Marqués de Casa Ulloa, y a Cabrera, fundamentalmente. A la muerte de Vicente José Vázquez la compra el rey Fernando VII y va a para a Aranjuez al adquirirla el también andaluz Duque de Veragua.
La climatología no deja de ser un factor circunstancial, aunque en Salamanca el invierno es más duro y se resiste más la hierba de la primavera pues suelen tener que pasar dos a tres meses más que en Sevilla, para que los toros del campo charro echen un pelo de calidad.
En cuanto al peso hoy en día, prácticamente se arregla todo con piensas específicos en un estado de semiestabulación.
Por encima de todos estos factores tiene que quedar claro que lo que verdaderamente define a una ganadería brava es su origen y la selección. El origen de las ganaderías salmantinas como acabamos de ver en el caso concreto de Galache es el mismo que el de las ganaderías sevillanas y las pautas selectivas a grandes rasgos son muy parecidas también, luego son ganaderías casi idénticas. No olvidemos además que fundamentalmente desde la época de Manolete se viene buscando un tipo de toro noble; por lo que podemos afirmar sin miedo a equivocamos que puede salir una corrida inválida o brava tanto si es criada en Salamanca, como si es criada en Sevilla.
Bien es cierto que las ganaderías salmantinas tuvieron una época de esplendor durante tres décadas, las de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, si bien actualmente se encuentra la cabaña charra en una de sus mayores crisis. Si observamos, a excepción de la ganadería de los hermanos Fraile, Javier Pérez Tabernero o Atanasio, casi ninguna de las llamadas ganaderías clásicas esta presente en las grandes ferias importantes del país.
Por poner un ejemplo más representativo, la feria de San Isidro de los años cincuenta, de ocho festejos celebrados, siete ganaderías eran salmantinas y una de ellas era sevillana que solía ser siempre la de Pablo Romero.
Están en época baja por que quizá se ha buscado en exceso la nobleza y muchas se han olvidado de la casta, ésa casta es tan importante como la nobleza y refleja ante los espectadores el instinto agresivo del toro bravo en la plaza. Si a esto añadimos que se ha puesto de moda el toro grande, promovido en exceso por los periodistas de aquellos años y algunos ganaderos que buscaban quitarse la competencia de sus propios compañeros. Salvo las ganaderías de origen Atanasio, el resto de las ganaderías salmantinas, fieles a su imagen no se han adaptado, o no ha querido hacerla, al cambio del tipo del toro impuesto por muchos.
Durante esa época dorada del bravo salmantino, las ganaderías andaluzas estaban muy por debajo de las salmantinas. Puesto que durante aquellos años se demandaba un toro más facilón, que se criaba en Salamanca con más habitualidad que en Sevilla. Ahora han vuelto a recuperar su protagonismo, porque tenían la casta menos diluida y al parecer porque se adaptan mejor a las nuevas exigencias del toro serio. Así el encaste que ahora domina, es claramente el encaste Domecq. Parladé puro y además criado en Andalucía. En definitiva debemos de confesar, llegados a este punto, que se han sacado muchos encastes de tipo y unos se han adaptado mejor que otros a las exigencias de un público y una prensa, repito, que no tiene la intención de modificar ni sus exigencias ni sus posturas.
Pese a que las diferencias no son muy evidentes, puesto que, como decíamos, todas provienen de los mismos y los criterios de selección son parecidos, en estos últimos tiempos, se ve una cierta decadencia del toro salmantino, teniendo en cuenta, sobre todo, la importancia que tuvo durante los años cuarenta, cincuenta y sesenta y también porque no decirlo, en muchos casos por circunstancias de tipo familiar, ya que no han caído muchas ganaderías salamantinas en las manos más adecuadas.
En la actualidad Paco Galache es el responsable de las ganaderías de su madre, de su padre y de su tío. Él mejor que nadie sabe que esos hierros tienen la misma antigüedad de Félix Urcola del 16 de junio de 1904, aunque los Galache no serían ganaderos de los de Urcola hasta finales de la década de los años treinta que comprarían la ganadería y la trasladaron a Salamanca; que por su procedencia, tenía por aquellos años fama de dura y no era precisamente del gusto de los toreros. Gracias a la mano sabia y experta de la familia Galache, pronto hicieron de ella una ganadería de toros muy nobles y bravos. Hasta el punto que las figuras del torero del momento se disputaban sus camadas para las grandes ferias. Nombres como los de Manolete, Ordóñez, Camino, Dominguín, El Viti, Aparicio, Manolo Vázquez o Litri se encontraban entre ellos. De una rigurosa selección, ejercida por esta familia salmantina, salieron muchísimos toros bravos de importancia histórica, como el toro berrendo de Galache al que cortó las dos orejas Paco Camino a principios de los años sesenta en San Isidro, y que le devolvió un gran cartel al torero de Camas. La casa Galache era por tanto y sigue siendo distinción de bravura sobre todas las cosas. Ellos si que saben aunar el difícil equilibrio entre casta (instinto agresivo) y nobleza (ingenuidad). En cuanto se rompe este equilibrio es cuando se camina hacia la mansedumbre. El toro que no es ingenuo y que simplemente tiene casta, termina siendo manso, porque llega un momento en que aprende y no acepta la pelea, y el toro que no tiene instinto agresivo y que tan sólo es noble pues también rehuye a la pelea porque carece de ese instinto agresivo. Es decir el instinto agresivo le lleva a atacar y la ingenuidad le lleva a hacerla muchas veces aunque vaya perdiendo.
Claro que ahora los gustos de la afición han cambiado y muchos quieren un toro más grande y con ello excluyen divisas de este prestigio y con fama de bravas quedan relegadas a ferias de segunda categoría. El toro de Galache siempre ha sido un toro que ha acudido muy bien a los caballos y luego ha embestido mucho, pues es un toro muy repetidor y muy bravo. Precisamente por este afán ganadero en busca de la bravura ideal, su ganadería quedó reducida en tamaño, y como pasa siempre cuando buscamos la bravura, el toro se va afinando; pues el toro verdaderamente bravo es pequeño.
Junto a nosotros también se encuentra Manuel Vázquez Gago, otro joven ganadero que lucha desde hace cerca de veinte años desde la Agrupación Española de Reses Bravas por abrirse un hueco en el panorama ganadero español dentro del encaste Juan Pedro Domecq, línea Hermanos Sampedro, Torrestrella y Jandilla, de todas estas ganaderías que de sus fundadores sólo tienen virtudes; si bien el problema real de los Domecq no es propiamente de los Domecq, sino que han sido de los muchos ganaderos que han comprado encaste Domecq para figurar en las grandes ferias de este país y de esta forma han surgido muchísimos nuevos ganaderos y claro no todos los toros son iguales, hay muchas ganaderías de segunda y tercera generación que no tienen valor por que se ha formado con desechos de tienta o con malos encastes y mala dirección.
Pero lo que son las ganaderías Domecq que manejan la casa Domecq y escasísimos casos de ganaderos como Manolo Vázquez, que entroncan con ganaderías como Juan Pedro Domecq, Jandilla, Zaldueldo, Marqués de Domecq, Martelilla, El Torero, Torrestrella, etc. son extraordinarias. Los toros de los Domecq lo reúnen casi todo, son animales bellos de estampa, bravos, nobles y alegres. Por eso están donde están. No hay que confundirse con ello, pues en esta profesión no se regala nada a nadie y si esta estirpe ahora mismo es la principal del campo bravo es por algo. Conviene en cualquier caso no confundirse, pues como dije este encaste está muy diversificado y hay muchos ganaderos que no son muy profesionales. Los toros de Domecq, los que los compraron Domecq y los han cuidado suelen ser muy buenos y así vemos como en corridas, es frecuente que se vayan algún toro sin torear, aunque también es justo decir que su principal problema es el de la fuerza y éste es un problema generalizado en la cabaña brava española que en general anda justita de fuerzas, claro que con esa cantidad de kilos, la forma de picar los toros y los caballos pecherones que se usan para picar, no hay corridas con fuerza, los toros se caen, sin salvarse ninguno.
De todas maneras si se ha notado un cambio sustancial, tras aquella grave crisis aparecida en la década de los años setenta y ochenta. Las corridas de hoy no es que estén sobradas de fuerza, pero desde luego hay no se dan, normalmente, aquellos escandalosos espectáculos de unos toros levantados por el rabo.
Los ganaderos actuales se enfrentan por un lado con los toreros que exigen un toro muy bueno, pero que se deje torear con facilidad, pero por otro lado, aparece en la escena una afición, quizá demasiado llena de prejuicios y que no entiende, que exige un tipo de toro demasiado grande.
Cabe concluir que el toro que sale a la plaza es mejor que antes, si bien conviene tener presente que el toro de ahora se lidia con más de ciento y pico de kilos más que antes. También se ha perdido fiereza en el toro, respondiendo a las exigencias del público, para ver ese toreo templado y despacioso que todo el mundo quiere admirar. Y así, el toro de hoyes un toro muy bravo, y la prueba de ello es que sale con cien kilos de mas, con los que casi no debería ni moverse, después recibe un durísimo castigo en los caballos y encima embiste muchas veces a la muleta. El problema por tanto es que se le lidia en unas circunstancias muy duras, es decir el toro de antes apenas se le castigaba y los toros salían en el tipo y en el peso y ahora no. Al toro lo machacan en un puyazo y luego tiene que cargar con unos kilos que no le corresponden.
La causa de todos estos males es debida a la desmesurada reacción que se produjo en los años de toros muy chicos. Fueron casi treinta años en los que se abusó del toro chico y anovillado, hasta el punto que no se lidiaba un cuatreño ni por casualidad. Muchas figuras solían matar utreros para colmo y a veces muy chicos, con unas caras abecerradas y claro la reacción, que adquirió tintes de contestataria, a todos aquellos abusos, fue precisamente inclinarse hacia el otro extremo de la balanza. Empezaron los toros grandes y muchos se apuntaron de forma desmesurada y exagerada a estos cambios equivocados de timón, pues como todo en la vida, cada cosa tiene que tener su justa medida y hoy estas nuevas exigencias no parecen de recibo.
El horizonte del campo bravo español parece incierto todavía y creó que se observan pocos atisbas de cambio. Pese ademas a que las principales ferias del país son un desastre, pues los toros no andan, nadie toma cartas en el asunto y todo el mundo parece solo querer tener un toro muy grande en el ruedo. Y así en cuanto te presentas en la plaza con un toro, un poco terciado, como el sobrero triunfador de la pasada Feria de Abril de nombre "Ojito", te lo echan para atrás. Esto no tiene visos de solución, el público se ha acostumbrado a ver un toro muy grande en la plaza y en la televisión y cuando éste no sale no lo admiten, a pesar de que pueda dar un buen juego en el ruedo y este pues en su peso, nadie le da importancia a lo que haga el torero. A la vista de esto el gran reto del ganadero es conseguir que este tipo de toro enorme embista.
Pero también y por otros motivos podemos decir que en peor momento esta el mundo de los toreros que de los toros. Dicen los toreros que se torea mejor que nunca y hasta que puede que en muchas ocasiones sea verdad con la muleta, pero ni con el capote, ni con la puya, ni con las banderillas, salvo raras excepciones, se ha superado a muchos diestros de épocas pasadas.
También podemos apuntar que a muchos de los toreros de hoy, les falta raza delante de la cara del toro. Ser capaces de jugarse la vida delante de la cara del toro. Esto puede sonar extraño para quien nunca haya visto de verdad a un torero jugarse la vida. Simplemente muchos cumplen y se van; y es por eso que muchos aficionados hacen una distinción absurda entre el arte y el valor. Parece que los toreros de valor no tienen arte y los de arte no tienen valor. Parace que son dos cualidades en el toreo totalmente independientes. Este planteamiento esta completamente equivocado. Para torear bien se requiere un valor sobrehumano y todos lo toreros que verdaderamente han toreado bien en la historia de la tauromaquia han tenido muchísimo valor. Un Viti, un Antonio Ordóñez, un Paco Camino han tenido un valor muy seco. De esto se puede deducir fácilmente que la mayoría de los toreros de hoy no torean por que no tienen valor.
Evidentemente quedarse en el sitio y ligar los muletazos es lo verdaderamente duro y difícil de esta profesión y cuando te quedas en el sitio e intentas ligar el cuarto y el quinto natural, es cuando los toros te hacen presa; y es por eso hoy en día muchos toreros, en cuanto dan tres muletazos, están ahogados intentando dar el de pecho, abrumados por el toro. Se explica así el duro castigo al que las cuadrillas someten a los toros en la suerte de varas, para que el animal no se les mueva en exceso en la muleta; en una palabra no puede con ellos.
También hoy en día se dan muchas corridas y antes había menos, pero había más figuras. Hoy se ha creado un escalafón de presuntas figuras, que son un fraude para el mundo de los toros. Los toreros buenos continúan siendo el mismo porcentaje que los toreros de siempre. Pero desgraciadamente cierta prensa y el público sigue engordando un escalafón con más de doscientos toreros.
Es un problema en la mayoría de los casos de valor puro y duro. El arte sin valor por debajo, no hay arte hay bisutería. No se trata de que se gusten, como dicen algunos o de componer la figura sino de torear de verdad. Premiemos el talento y no el mérito, la facilidad no el esfuerzo, la inteligencia no la voluntad, la naturalidad no la exhibición.
En el toreo el valor esta para el uso que no para la exhibición, puesto que el valor al contrario del miedo ha de ser dueño de sí mismo; y de esta forma eduquemos a un público en los toros de siempre, en su peso y en su línea, con casta y coraje. Antes o después el buen sentido conseguirá que volvamos a sentir la emoción nacida de la verdad y el toro, único protagonista en la fiesta, volverá a ser lo que siempre fue y debe ser.
Los toros volverán a sus orígenes en esas fincas de Utrera y su posterior consolidación en las alegres dehesas de salamanca, donde empezaron. El público irá formando conciencia de que la sobre alimentación y el mayor peso no son necesariamente los elementos que se necesita la fiesta. Hay que volver la vista atrás en el recuerdo de los buenos ganaderos salmantinos y sevillanos que se nos fueron y a los que añoramos, profundamente preocupados por el mundo de los toros. Muchas gracias.
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